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MÍSTICA CIUDAD DE DIOS, PARTE 11
750. Discurría consigo misma la Madre de la sabiduría,formando en su corazón diversos pensamientos. Y loprimero se le ofrecía si Arquelao, imitando la crueldad desu padre Herodes, había tenido noticia del infante Jesús yle habría preso. Y aunque sabía por las divinas Escriturasy revelaciones y por la doctrina de su Hijo santísimo ymaestro divino, que no era llegado el tiempo de lamuerte y pasión de su Redentor y nuestro ni entonces lequitarían la vida, pero llegó a recelarse y temer que lehubiesen cogido y puesto en prisiones y le maltratasen.Sospechaba también con humildad profundísima si por ventura le había ella disgustado con su servicio yasistencia, y se había retirado al desierto con su futuroprecursor San Juan. Otras veces, hablando con su bienausente, le decía: Dulce amor y gloria de mi alma, con eldeseo que tenéis de padecer por los hombres, ningúntrabajo y penalidad excusaréis con vuestra inmensacaridad, antes me recelo, Dueño y Señor mío, que losbuscaréis de intento. ¿A dónde iré? ¿Dónde os hallaré,lumbre de mis ojos? ¿Queréis que desfallezca mi vida conel cuchillo que la dividió de vuestra presencia? Pero nome admiro, bien mío, castiguéis con vuestra ausencia a laque no supo lograr el beneficio de vuestra compañía.¿Por qué, Señor mío, me habéis enriquecido con losregalos dulces de vuestra infancia, si tan temprano habíade carecer de vuestra amable asistencia y doctrina?Pero, ¡ay de mí! que como no pude merecer el teneros porHijo y gozaros este tiempo, confieso lo que deboagradeceros el que vuestra dignación me quiso admitirpor esclava. Y si porque soy indigna Madre vuestra puedo valerme de este título para buscaros por mi Dios y por mibien, dadme, Señor, licencia para hacerlo y concededmelo que me falta para ser digna de hallaros, que con vos viviré yo en el desierto, en las penas, trabajos,tribulaciones y en cualquiera parte. Dueño mío, mi alma
 
2desea que con dolores y tormentos me dejéis merecer enparte o morir si no os hallo o vivir en vuestro servicio ycompañía. Cuando vuestro ser divino se ocultó de miinterior, quedóme la presencia de vuestra amablehumanidad y, aunque severa y menos cariñosa queacostumbraba, hallaba vuestros pies a que arrojarme;mas ahora carezco de esta dicha y de todo punto se meha escondido el sol que me alumbraba y sólo mequedaron las angustias y gemidos. ¡Ay vida de mi alma,qué de suspiros de lo íntimo del corazón os pueda enviar!,pero no son dignos de vuestra clemencia, pues no tengonoticia dónde os hallarán mis ojos.751. Perseveró la candidísima paloma en lágrimas ygemidos, sin descansar, sin sosegar, sin dormir ni comerlos tres días continuos. Y aunque los diez mil ángelesla acompañaban corporalmente en forma humana y lamiraban tan afligida y dolorosa, con todo eso no lemanifestaban dónde hallaría al infante perdido. Y el díatercero se resolvió la gran Reina en ir a buscarle aldesierto, donde estaba San Juan Bautista, porque seinclinaba más a que estaría con él su Hijo santísimo, puesno hallaba indicios de que Arquelao le tuviese preso.Cuando ya quería ejecutar esta determinación y echarel paso para ella, la detuvieron los Santos Ángeles y ladijeron que no fuese al desierto, porque el divino Verbohumanado no estaba en él. Determinó también ir a Belén,por si por ventura estaba en el portal donde habíanacido, y de esta diligencia la divirtieron los SantosÁngeles también, diciendo que el Señor no estaba tanlejos. Y aunque la beatísima Madre oía estas respuestasy conocía que los espíritus soberanos no ignoraban dóndeestaba el infante Jesús, fue tan advertida, humilde ydetenida con su rara prudencia, que no les replicó nipreguntó más dónde le hallaría, porque coligió se loocultaban con voluntad del Señor. Con tantamagnificencia y veneración trataba la Reina de los
 
3mismos Ángeles los sacramentos del Altísimo y a susministros y embajadores. Y este suceso fue uno de los quese le ofrecieron en qué descubrir la grandeza de su real ymagnánimo corazón.752. No llegó al dolor que tuvo María santísima en estaocasión el que han tenido y padecido todos los mártires;ni la paciencia, conformidad y tolerancia de esta Señoratuvo igual ni lo puede tener, porque la pérdida de suHijo santísimo era sobre todo lo criado; el conocimiento,el amor y el aprecio más que toda ponderaciónimaginable; la duda era tan grande, sin conocer la causa,como ya he dicho. Y a más de esto la dejó el Señoraquellos tres días en el estado común que solía tenercuando carecía de los particulares favores y casi en elestado ordinario de la gracia, porque, fuera de la vista yhabla de los Santos Ágeles, suspendió otros regalos ybeneficios que frecuentemente comunicaba a su almasantísima; y de todo esto se conoce en parte cuál sería eldolor de la divina y amorosa Madre. Pero, ¡oh prodigio desantidad y prudencia, fortaleza y perfección!, que con taninaudito trabajo y excesiva pena no se turbó, ni perdió lapaz interior ni exterior, ni tuvo pensamiento de ira nidespecho, ni otro movimiento o palabra desigual, nidesordenada tristeza o enojo, como de ordinario sucedea los demás hijos de Adán en los grandes trabajos, y aunsin ellos se desconciertan todas sus pasiones y potencias.Pero la Señora de las virtudes obró en todas ellas concelestial armonía y consonancia, y aunque su dolor latuvo herido el corazón y era sin medida, la hubo en todassus acciones, y no cesó ni faltó a la reverencia y alabanzadel Señor, ni hizo intervalo en las oraciones y peticionespor el linaje humano y porque se le concediese hallar asu santísimo Hijo.753. Con esta sabiduría divina y con suma diligencia lebuscó tres días continuos, preguntando a diferentes
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